"lo tuyo es puro teatro", me dicen. "Qué teatrera", dicen otros. Me entró el gusanillo hace 10 años. Bueno, desde el cole ya me decían que apuntaba maneras y siempre que se hacía alguna obrita conseguía el papel que quería (siempre, si puede ser, el de mala...).
Me encontré con un grupito de gente vinculada a la parroquia María Auxiliadora y allí empecé con más constancia, de la mano de Antonio, un director y amigo que me enseñó a amar el teatro y a entender muchas cosas, a crecer.
A partir de aquí se sucedieron las mujeres de mi vida: Esperanza, Adela, Irene, la Noia, la Guerrillera y Martirio.
Esperanza
Esperanza fue el personaje que hice en la densa obra de Buero Vallejo "la ardiente oscuridad", un papel muy pequeño pero no insignificante, ya que todos los papeles son importantes y necesarios. la experiencia fue tan intensa que tuve que continuar "teatrando". Obviamente, todo amateur!
Adela
Un cambio de registro importante para mí, Adela, dentro de la comedia "viva el cuponazo!" de Rafael Mendizábal. También dirigida por Antonio, una obra para reír, yo era una pseudomala, delincuente, atracadora regular (cada martes por la tarde iba a la misma chabola con mi madre). Me lo pasé pipa. El ambiente entre todo el equipo era el mejor que se podía tener, éramos una piña y nos movía el amor por el teatro y la amistad. Empecé a explorar mi lado cómico, aunque de todos los papeles, era el más serio.
A continuación nos enfrascamos en "este cura", obra costumbrista de Alfonso Paso. Ahí no subía al escenario más que para comprobar que todo estuviera en orden ya que compartí la dirección con Antonio, quien quería introducirme en el mundo de los sufridores por excelencia (directores teatrales). Estuvo bien, el ambiente era bueno pero en mí pesaba lo bien que lo pasé en el cuponazo, y aunque buena gente, no me sentí tan a gusto. También, teniendo en cuenta que tenía que lidiar con actores muy veteranos que no estaban acostumbrados a que una chica de 20ytantos les mandara... y yo no sabía entonces cómo encararlo bien. Tampoco entonces tenía la experiencia necesaria, vital y artística.
Irene
Después, otro cambio, y creo que para mí mucho mejor: Irene. La obra? UVI, cuidados intensivos, de Eduardo Ladrón de Guevara (sí, el de cuéntame). Irene, cuarentona y casi tonta de buena, ingenua, amante ejemplar. Me tocó hacer de coprotagonista, un papel largo y un mano a mano con Lluïsa, con la cual siempre he trabajado a gusto, bien, cómoda. Esa obra recogió mil y una experiencias para mí. Un ambientazo genial, algunas bajas que luego se mejoraron con creces con las nuevas incorporaciones y encima un exitazo de obra (todas lo han sido, pero esta lo fue aún más). La sacamos bastante de bolos y siempre, cada vez, mejor.
la Noia
Con la noia, en la obra "Somnis", desconcertaba al personal ejerciendo el papel de la muerte, desvelándome al final. Un caramelo de papel, fácil, más facil y amable de llevar a cabo que el de Irene al ser un papel con menos contradicciones y menos carga emocional que ésta última: la noia iba a lo que iba, la pobre Irene era una víctima de su pareja y de ella misma; a ratos odiando, a ratos amando. Una vez más, Antonio seguía ahí vigilándolo todo y oyendo mis impresiones. La lástima es que la obra no le gustaba a mucha gente del equipo de actores.
la Guerrillera
La guerrillera me sorprendió muchísimo en varias cosas. Conocí a Carles Maicas quien me enseñó mucha técnica teatral, sabe un montón de teatro. En "Hola, Ché!", pensé que iba a aburrirme porque todo era poesía, y que saldría un bodrio; lo mío, muy corto. Maicas y Antonio nos dieron a elegir poema de entre los seleccionados por ellos, y nos dieron la libertad de crearnos el personaje. Éramos muchos y lo supieron llevar bien. Lo disfruté, porque no fue nada aburrido, se impuso la disciplina y cuando llegó el momento, lo llevé arriba. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, y por eso para mí fue genial. Llegar allí, hacer mis intervenciones pero encima darme el gusto de recrearme en esa sensación de estar ahí, de disfrute, fue lo más. Una sorpresa y un gustazo, porque de bodrio, nada!
Ahora que hablo de brevedad, me doy cuenta de que no lo estoy siendo nada. Pero sigamos:
Martirio
De todas las mujeres de mi vida, Martirio es la que más me ha gustado y ha calado hondo. El reto más grande, "La casa de Bernarda Alba" de F. García Lorca, una de mis obras favoritas desde hacía años. Y nada menos que la Martirio, que puede ser la mala de la obra pero a la vez expresa sus motivos, mil matices que hacer entender al público, en el fondo una desgraciada más de esa familia oprimida, víctima y verdugo a la vez. Un despliegue de sentimientos en cada personaje que no deja indiferente a nadie, pero creo que en comparación con las demás hermanas, Martirio fluctúa mucho más y tiene muchos más frentes abiertos que las otras, más luchas internas que ninguna. Brutal.
Esta obra, con Antonio y Carles al frente, supuso un revolución en muchos sentidos: me hizo verme capaz de defender cualquier cosa, de disciplinarme aún más, me descubrió cosas buenas en mí y en mis compañeros, y también salieron cosas malas. Mucho esfuerzo, mucha tensión, un ambiente variable (con tanta gente no podías conectar por igual con todos, hasta algunas presencias distorsionadoras había que aguantar), aunque el núcleo de actrices éramos una buena colla de amistad. Fue tan intensa que después aprendimos, maduramos y todo cambió. La recompensa fueron los premios conseguidos y el orgullo de que mi madre sea la mejor actriz de esa obra.
Desde entonces he tenido algun amorcillo fugaz, sainetes, sketches, talleres de cabaret... hasta que encontré otro tipo de amor. El amor por dirigir. Empecé con algo ambicioso, empezamos más bien. "lo que me costó el amor de Laura" se queda en un proyecto. Una pena, pero son malos tiempos para el compromiso y nuestros actores, muchos, no lo tenían. Eso ha hecho que Jose (uno de mis mejores amigos, un actor con talento, experiencia y gracia y una persona muy leal) y yo hayamos aparcado la obra. Una pena. Aparcada para retomarla no sabemos cuándo, pero ahora no. Con todo, a esta obra tengo muchas cosas que agraderle, a nivel personal y artístico.
Como directores, pusimos todo el empeño para lograrlo. No era el momento, dedujimos. Ya empezábamos a aburrirnos de las repetidas ausencias. Total, no era el momento de llevar esa obra.
Y ahora me digo: tengo mono de teatro! No estoy con ninguna mujer de mi vida. Quiero actuar, pero también dirigir. El qué? Si a veces dudo de mi capacidad sólo porque veo dudas en alguna gente... si dudo de mi capacidad, porque no he podido estrenar la que iba a ser la primera... si a veces dudo de todo porque pienso que si no hemos llegado a buen puerto ha sido porque no hemos sabido inculcar al grupo el amor por esa obra fallida, o inculcarles la disciplina, por más que lo hayamos sido siempre...
Sé que no es fácil dirigir, y aún menos hacerlo bien. Por eso admiro y aprecio a los directores que he ido encontrando, tanto si son de obras teatrales como de sainetes o sketches o actuaciones callejeras. Especialmente a los que me han enseñado tanto. Y aunque con el paso del tiempo nos vayamos distanciando, eso sigue ahí.
Entonces viene el baile, el baile de posibles obras para hacer. El "la hago o no la hago?" Y las dudas vuelven a reírse de mí como las hienas, y entonces pienso que la gente no querrá confiar en mí como directora... pero yo aún confío en la gente!
y es que aún me queda tanto por hacer, por experimentar, por aprender, por enseñar...